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Mi compañera de banco. Cuando la educación nos pone en el lugar del ejemplo

Tiara y Elena construyeron otra historia de enseñanza y aprendizaje, madre e hija mediadas por el amor en el proceso educativo.

21 de Septiembre 2019 Más ciudad para todos


La Resolución de Personal Nº 406/2017, posibilito y promovió el Programa de Finalización del Secundario, en este marco Tiara y Elena construyeron otra historia de enseñanza y aprendizaje, madre e hija mediadas por el amor en el proceso educativo.

Uno recuerda la etapa escolar, ya sea la primaria o la secundaria. Los “amigos para siempre” que el tiempo nos va quitando, ellos suelen ser nuestros compañeros de recreo, de curso o de banco. Hoy desde La ReVista, les traemos una historia como otras, de dos compañeras de banco, pero que a la vez tiene una particularidad, la historia de dos compañeras de escuela,  Elena y Tiara.
 

De contextura chica, mediana altura, Elena trabaja en la sección de Choferes y Mayordomía de la Municipalidad de Gualeguaychú. Realizó sus estudios primarios en la escuela Gervasio Méndez, en el turno noche, “yo había hecho la escuela pero no tenía el comprobante así que arranqué todo de vuelta, igualmente, cuando chica yo cuidaba de mis hermanas cuando mamá trabajaba, por ello se me complicó todo” nos refería nuestra compañera de trabajo.

Abanderada en el primario y muchas ganas de crecer, la llevan a ir por más “Era una meta terminar la escuela, cursar de vuelta me sirvió mucho, había cosas que no sabía, que no había dado cuando la hice de chica”, nos contaba Elena, agregando “No es fácil, pero tampoco imposible, los horarios de trabajo y los cuidados de la casa te complican un poco, pero el tiempo para hacer algo que uno quiere siempre se encuentra, hay que hacer las tareas que te dan para llevar al otro día así que hay que esmerarse un poquito, es solo ponerle ganas”. Se notaba su voz firme, sus facciones denotaban orgullo por lo que nos contaba, pero faltaba algo, lo mejor.

Ya, con más confianza, Elena continuaba su relato “En casa siempre me apoyaron, me felicitaban por las notas, por la bandera. Con Marina, mi compañera de trabajo nos apoyamos mutuamente, hicimos la primaria juntas y ahora estamos en la secundaria”.

Las historias en La ReVista, protagonizadas por nuestros compañeros municipales, nos van sorprendiendo día a día, cada una de esas sorpresas nos deja una enseñanza, y esta no fue la excepción. Seguimos charlando con Elena, nos interesaba su secundaria, sus ganas de crecer y luchar, con esfuerzo, pero con muchas ganas.

“Seguí la secundaria porque quiero estudiar, si hay posibilidad, una carrera corta en la universidad o algún Instituto, y por eso pongo esfuerzo para terminar la escuela, aunque esta vez tengo una compañía muy buena, mi compañera de banco”

Y esta vez los curiosos éramos nosotros, porque era tan importante su compañera de banco, porque sus ojos brillaron cuando nos dijo eso, y se lo preguntamos “Mi compañera de banco es mi hija Tiara, ella –señalándola a su lado-,  nos sentamos juntas, la verdad muy hermoso, tengo su acompañamiento y yo, a la vez, puedo dárselo, hacemos la tarea juntas muchas veces, aparte vamos a  recibirnos juntas”. Elena no paraba de hablar, se había soltado, sus ojos brillaban más que nunca, “Compartimos muchas cosas estamos mucho tiempo juntas, salvo el trabajo, pero compartir la escuela es algo diferente una etapa hermosa de mi vida, que ahora pasa a ser de nuestra vida” aclara mirando tiernamente a su hija que se encontraba a su lado. Su voz se quebraba, sus ojos amenazaban con brillar en forma de pequeños cristales, miramos a su hija, a Tiara, su compañera de escuela, sus gestos denotaban ternura hacia Elena  y nos contó “Yo empecé nuevamente la secundaria  porque había dejado, iba de mañana antes, mi mamá me pregunto si no quería estudiar con ella, y la verdad accedí enseguida, fue hermoso, es lo más lindo que tu mama te invite a hacer algo juntas y encima ir a la escuela, como que es muy especial” nos refería tomando de la mano a su madre, Tiara había tomado protagonismo en el diálogo con La ReVista, ella también quería contarnos lo suyo, “Empezamos juntas y estamos finalizando juntas, mi mama es mi compañera en la escuela, es re lindo, nos llevamos muy bien y las cosas que yo no sé ella me las enseña o al revés, nos ayudamos entre las dos”, toma unos segundos para respirar y sigue “Es raro porque no se ve esto muy seguido, mis amigas me miran y no lo pueden creer, me apoyan, les gusta que, con todo lo que ha pasado mi mamá, tenga la fuerza de reiniciar todo y nos acompañemos mutuamente. Cuando tenemos que estudiar nos sentamos, nos preguntamos que nos cuesta a cada una, que no nos sale y nos explicamos entre nosotras, como les dije, es re lindo”. Visiblemente emocionada desde su adolescencia, claramente decidida a disfrutar el momento, el ser la compañera de banco en la escuela de su propia mamá.

Estela no quería despedirse sin volver a contar sobre el apoyo de quienes acompañan día a día su trabajo, “Ellos me apoyan mucho, hay un equipo de compañeros que me alientan, que me preguntan qué voy a hacer, no me dejan caer, que día a día me alientan a que siga avanzando, que siga con mis estudios”.

 

 

Nuestra tarea se había complicado, teníamos dos entrevistadas, y las dos emocionadas, viviendo una experiencia que no se vive todos los días, que no es común en nuestra sociedad, que nos deja mucho para aprender. Decidimos terminar la nota, fuimos egoístas, queríamos quedarnos en el equipo de La ReVista, con la ternura de madre e hija grabada en nuestras retinas, con la simpleza y complejidad a la vez, de la relación de madre e hija, que, no por casualidad, sino por una decisión del corazón, también son compañeras de banco.

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